Las elecciones siempre representan un momento de tensión para la democracia. Está en juego el poder con todos los intereses que ello rodea. En el caso de nuestro país, los comicios del domingo van mucho más allá de las tensiones normales del sistema. Significarán el avance o el retroceso en el difícil camino de la construcción de la democracia.
A mitad de semana, sectores de la dirigencia liberal filtraron al más alto nivel que en caso de una derrota podrían generarse incidentes para tratar de embarrar el proceso y alargar las definiciones. Cuando fue consultado sobre el punto, el candidato presidencial de la Alianza, Efraín Alegre, brindó una respuesta bastante ambigua que lejos de alejar dudas, sembró más incertidumbre. Indicó que respetarán los resultados porque ganarán las elecciones. ¿Y qué pasa si los números no le favorecen?; para ese caso no hubo respuesta.
Más allá de la retórica al que está obligado un candidato presidencial de cara a sus adherentes, este tipo de posiciones tiñen de dudas la real voluntad de llevar adelante un proceso sin sobresaltos.
Si a esto sumamos el incidente que se armó en la tarde de ayer con la secretaría tecnológica del Gobierno con relación al sistema de conteo rápido, la cuestión se vuelve oscura. De acuerdo con la justicia electoral, funcionarios de la secretaría filtraron datos del sistema de conteo al partido del candidato a vicepresidente de la Alianza. Entonces desde ayer está en cuestión el conteo rápido. La pregunta que queda flotando es, ¿que hay detrás de todos estos hechos? ¿Estamos ante un eventual conflicto en desarrollo para generar dudas?
El antecedente que tiene Alegre con relación a las justas electorales no es el mejor. En la interna de su partido pateó el tablero cuando los resultados no le fueron favorables. Forzó todo el proceso y finalmente el PLRA se vio obligado a buscar una salida negociada que terminó entregándole la candidatura presidencial. De lo contrario, los liberales estaban de cara a una fractura a meses de las elecciones nacionales.
Basados en estos antecedentes, no es descabellado pensar que podríamos estar ante una situación similar. Solo que esta vez el conflicto podría terminar envolviendo al país en un proceso que casi nadie desea.
¿Es posible que una situación de conflicto pueda generarse?; es posible desde el momento que los actores políticos lo induzcan.
En el lado colorado, a final de semana se hizo pública la negociación del senador Silvio Ovelar para comprar cédulas. Estaba claro que algunas de las viejas prácticas del singular proceso electoral paraguayo estaban más vigentes que nunca.
El legislador colorado trató de zafar recurriendo a explicaciones extrañas como que realmente era él quien estaba tratando de desenmascarar a sus adversarios políticos. Algo difícil de creer si uno mira la filmación.
En medio de tantas situaciones poco claras, habrá que aguardar que los actores políticos estén a la altura de las circunstancias. Esperemos que prime el interés nacional por encima de los objetivos personales.
Todo dependerá de que los políticos comprendan la responsabilidad del momento que viven. Un proceso sin sobresaltos significará que, como país, habremos puesto un ladrillo más en la construcción de la democracia.
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