El significado mismo de “nepotismo” revela una imperfección, porque en la
práctica política no conlleva el análisis de la competencia y capacidad del
postulado para un cargo público, sino simplemente la “supuesta lealtad o
alianza”. Siendo de este modo y teniendo en cuenta las experiencias que ya
tuvimos, podemos considerar esta práctica como una “corrupción”.
Muchos partidos políticos tienen en su interior movimientos plagados por
esta práctica corrupta, y esto no puede traer mejorías al país, porque estas
personas siempre priorizarán los intereses personales y familiares antes que
los del pueblo en general. El pueblo paraguayo está hastiado de la gente que llega
a ocupar bancas en el Congreso o en otros estamentos del Estado gracias al
nepotismo de los gobernantes.
La mayoría de las personas que entran a ocupar algún cargo político según
el modo citado, se dedican a llenarse los bolsillos, traficar influencias, o
chantajear para hacer pasar una ley. Esta realidad debe terminar, porque es
nociva al país. Si queremos la transformación de nuestro país, necesitamos
exigir cambios estructurales profundos e ir viendo cuáles son los candidatos
que mantienen en su chapa familiares y allegados íntimos, y en estos casos hay
que descartar ya la posibilidad de confiarles el gobierno, porque en estos los
intereses personales primarán sobre los de la ciudadanía.
Nos encontramos ante una desvalorización de la política, que en su sentido
original es una noble acción, pero se presenta muy corrompida porque la gente
es burlada por el desinterés que presentan los gobernantes que sólo miran a sus
propios intereses. Por esto, existe una difícil tarea en política y es la
recuperación de la confianza en la clase política.
El pueblo humilde recuperará la confianza en la clase política, por su
conducta, por su coherencia, por un itinerario transparente y por su carácter.
Necesitamos cambiar esta realidad y evitar caer nuevamente en las garras de
grupos políticos conformados por familias enteras y parientes, porque a un
familiar político generalmente tendemos a pedir por cargos aunque no seamos
aptos para ejercerlo; y esto genera una creciente corrupción, donde la clase
perjudicada es la conformada por el pueblo humilde, por los ciudadanos comunes.
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