martes, 16 de octubre de 2012

Una campaña política sin agravios


Desde los comienzos de la práctica proselitista en nuestro país, los dirigentes políticos nos han venido acostumbrando a un modo de hacer campaña política, que no es digno de personas civilizadas. Son irreproducibles las groserías que pronuncian muchos candidatos durante las campañas electorales, convirtiendo programas de radios, televisivos y encuentros ciudadanos en momentos de sacar todos los trapos sucios.


Es hora ya de ser conscientes que muchos políticos siempre nos han considerado como personas a quienes se les compra insultando al enemigo, es decir, cuanto más groserías decían más adeptos recibirían; sin embargo este es el momento de actuar como personas civilizadas y que escuchan las verdaderas propuestas, y estas presentadas con serenidad y no gruesas mentiras al son de bombos y platillos.


Solamente una persona coherente con sus principios y respetuosa de la cordura que uno tiene que mantener en todo momento, puede pronunciar estas palabras: “Vamos a hacer campaña sin agraviarnos. Nuestros adversarios no están dentro del partido, tampoco están fuera del partido, nuestros adversarios son la pobreza, son las necesidades de nuestros chokokue, la falta de atención a la educación, las deficiencias en salud; pea la ñande adversario, no son los otros partidos”.


Y una persona con este alto criterio de respeto es lo que está surgiendo como candidato a Presidente de la República, una persona que hace una campaña política limpia y sin recurrir a insultos, como lo hacen otros candidatos, e incluso algunos hacen público problemas muy personales. Tal vez como un modo de simpatizar y conseguir adherentes, pero la actitud grosera sólo genera críticas y recriminaciones.


Ya tuvimos suficientes ejemplos de pésimos gobernantes que llegaron al poder porque nos hemos dejado seducir por las sucias campañas políticas que hicieron, pero debemos dar un punto final a esta práctica y ponernos al lado de quien realmente presenta la decencia y el respeto como principios fundamentales en su modo de presentar sus propuestas, que no son simples promesas sino compromisos concretos.


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