La historia reciente de la política paraguaya estuvo manchada de un modo
de presentación que adoptaron casi la totalidad de los candidatos, que no
tenían cuidado ni respeto alguno para avasallar vulgarmente a todo oponente.
Así, el pueblo fue visto por los políticos como un gran circo, donde ellos
fungían de payasos grotescos y los ciudadanos comunes aplaudían cada
bestialidad que cometían.
Era un espectáculo lamentable escuchar a los famosos oradores políticos
que decían cualquier estupidez, y ya contaban con un grupo de hurreros que
gritaban a todo pulmón: “ciertooooo...!!”, sin que importe el contenido de lo
pronunciado por el orador. Todo era un verdadero espectáculo sin restricciones,
donde los políticos acudían a las groserías incluso para encender el fanatismo
de la gente.
De este modo llegaban los que más groserías decían al poder, los que
gritaban más y los que llenaban sus concentraciones de caña y carne asada. Pero
después de las elecciones, nunca más se acercaban a este pueblo que les dio su
incondicional apoyo, o sea, este pueblo que fue engañado por estos grandes
ilusionistas.
Ahora, por primera vez nos encontramos ante un cambio de paradigma
político y el pueblo está saliendo de la oscuridad a la que fuera condenado
durante ya varios años, por una clase política que se profesionalizaba en una
brutal demagogia. El pueblo está ahora atento a los compromisos verdaderamente
serios y ya rechaza a los eternos “promeseros”.
Ante este despertar, los manotazos de algunos políticos ahogados ya no tienen
efecto, quien no se comprometa con proyectos concretos ya no es bienvenido. Así
debe continuar este pueblo paraguayo para que consiga su verdadero desarrollo y
pueda salir del pozo de pobreza en que se encuentra metido.
De este modo, un nuevo Paraguay está renaciendo desde las cenizas, y los
ciudadanos aprendieron que el mejor candidato a gobernarlos es quien transmite
sus discursos a través de sus obras, el que trabaja sin hacer mucho ruido y el
que cuida de la limpieza de su propia casa, antes que estar metiéndose en casas
ajenas.
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