Entramos
a la recta final de las elecciones presidenciales. Faltando poco más de
un mes, los equipos políticos exploran todos los caminos para lograr
resultados. La sensación de victoria que logró instalar Horacio Cartes
en las últimas semanas, apoyado en encuestas que lo ponen primero en la
intención de voto, golpeó fuerte en el equipo liberal. Intentaron
revertir la situación. Buscaron instalar que Efraín Alegre tenía un
proyecto para el país y que Cartes era un improvisado por eso se negaba a
debatir. La idea no prendió. El candidato colorado seguía arriba, sin
variación.
Eso generó el arribo en carpas liberales de Antonio Solá, el conocido publicista español que en México armó una campaña sucia en contra de Manuel López Obrador; postulado para ser presidente de ese país. Pocos días después de su llegada al país los ataques al candidato colorado inundaron las redes sociales en internet. En una réplica de lo que en su momento hizo el gobierno de Fernando Lugo, se generó un pequeño ejército de tipeadores que interactuaban en internet.
Se crearon perfiles falsos para sostener la serie de acusaciones; mantener vivo el supuesto debate, crear dudas y buscar desdibujar al adversario. Lo último llegó con la publicación de una encuesta hecha supuestamente por una empresa norteamericana. En ella se acortaba la ventaja de Cartes sobre Alegre y subía el apoyo a Mario Ferreiro; el candidato de un sector de la izquierda.
Casualmente, el candidato liberal se mantenía en los mismos niveles de intención de voto. Horas después de la publicación, los responsables de la firma norteamericana negaron haber hecho un sondeo, pero casi en paralelo una de las consultoras nacionales mostraba números muy similares. Unas horas después otra de las consultoras más tradicionales daba a conocer un sondeo que tenía números muy diferentes.
Es comprensible que el elector esté cada vez más confundido con este tipo de tejes y manejes, la guerra electoral sucia está instalada por aquellos que saben que están en clara desventaja. Seguirá entonces la campaña de satanización, cada vez más virulenta, de que el candidato colorado es un narco, un lavador de dinero, un ladrón, un delincuente de guantes blancos, en fin, no habrá adjetivos suficientes para descalificarlo y compararlo con lo peor que la especie humana ha producido, como Hitler, Pablo Escobar Gaviria, bin Laden y quien más uno pueda imaginarse. Pero en el Paraguay, está demostrado que estas campañas de desprestigio, fruto de la desesperación, no prenden, generalmente el elector tiene una idea y difícilmente se le hará cambiar de opinión.
Se equivocan Efraín Alegre y sus asesores, creyendo que embarrando al opositor lograrán granjear simpatías y asegurar votos. Sería interesante que se tome un ejemplo de la campaña electoralista reciente en el Brasil, por ejemplo, en donde los candidatos no se esmeraban apenas en embarrar a sus ocasionales adversarios, sino trataron más bien de presentar proyectos concretos, realizables y coherentes a sus discursos. Es eso lo que pide el electorado, que merece un mínimo de respeto de parte de los candidatos y no esa exposición vergonzosa a “verdades” distorsionadas y carentes de fundamento, que sólo exponen la bajeza de ciertos políticos que aparentemente ya se sienten derrotados.
Fuente: http://bit.ly/13LGWcu
Eso generó el arribo en carpas liberales de Antonio Solá, el conocido publicista español que en México armó una campaña sucia en contra de Manuel López Obrador; postulado para ser presidente de ese país. Pocos días después de su llegada al país los ataques al candidato colorado inundaron las redes sociales en internet. En una réplica de lo que en su momento hizo el gobierno de Fernando Lugo, se generó un pequeño ejército de tipeadores que interactuaban en internet.
Se crearon perfiles falsos para sostener la serie de acusaciones; mantener vivo el supuesto debate, crear dudas y buscar desdibujar al adversario. Lo último llegó con la publicación de una encuesta hecha supuestamente por una empresa norteamericana. En ella se acortaba la ventaja de Cartes sobre Alegre y subía el apoyo a Mario Ferreiro; el candidato de un sector de la izquierda.
Casualmente, el candidato liberal se mantenía en los mismos niveles de intención de voto. Horas después de la publicación, los responsables de la firma norteamericana negaron haber hecho un sondeo, pero casi en paralelo una de las consultoras nacionales mostraba números muy similares. Unas horas después otra de las consultoras más tradicionales daba a conocer un sondeo que tenía números muy diferentes.
Es comprensible que el elector esté cada vez más confundido con este tipo de tejes y manejes, la guerra electoral sucia está instalada por aquellos que saben que están en clara desventaja. Seguirá entonces la campaña de satanización, cada vez más virulenta, de que el candidato colorado es un narco, un lavador de dinero, un ladrón, un delincuente de guantes blancos, en fin, no habrá adjetivos suficientes para descalificarlo y compararlo con lo peor que la especie humana ha producido, como Hitler, Pablo Escobar Gaviria, bin Laden y quien más uno pueda imaginarse. Pero en el Paraguay, está demostrado que estas campañas de desprestigio, fruto de la desesperación, no prenden, generalmente el elector tiene una idea y difícilmente se le hará cambiar de opinión.
Se equivocan Efraín Alegre y sus asesores, creyendo que embarrando al opositor lograrán granjear simpatías y asegurar votos. Sería interesante que se tome un ejemplo de la campaña electoralista reciente en el Brasil, por ejemplo, en donde los candidatos no se esmeraban apenas en embarrar a sus ocasionales adversarios, sino trataron más bien de presentar proyectos concretos, realizables y coherentes a sus discursos. Es eso lo que pide el electorado, que merece un mínimo de respeto de parte de los candidatos y no esa exposición vergonzosa a “verdades” distorsionadas y carentes de fundamento, que sólo exponen la bajeza de ciertos políticos que aparentemente ya se sienten derrotados.
Fuente: http://bit.ly/13LGWcu
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